COMPARTIENDO VIDA EN LOIOLAETXEA
Nos movió a ello la inquietud que se
abre en nosotras para seguir avanzando en la configuración como comunidad de
acogida y solidaridad. Nos preguntamos comunitariamente por nuestros roles,
estilo de intervención que realizamos, proyección de futuro, nuestra mayor y
mejor implicación.
La
estructura actual nos está retando a ir poco a poco dando pasos para una forma
de convivencia más integrada con las personas acogidas en que la comunidad en
sí misma se convierte en lugar privilegiado de misión, de hospitalidad, de
crecimiento personal, de solidaridad y acompañamiento.
Mi paso por Loiolaetxea, aunque
breve, ha sido intenso, clarificador, capaz de confirmarnos en esta apuesta
congregacional por abrirnos a “las nuevas
necesidades que van surgiendo en el camino de la vida e implicarnos en favor de
la vida, la justicia, la reconciliación… respondiendo a los desafíos de nuevos
desconsuelos e inspiradas por la audacia transformadora y la apertura con que
vivió Mª Rosa Molas” (Obj. 2 Marco
Estratégico 2011-2017).
LOIOLAETXEA nace como una experiencia de vida en común,
en la que comparten su día a día jesuitas, laicos/as, religiosos/as y personas
en exclusión social que buscan una oportunidad de reconstruir sus vidas.
Es
una comunidad de acogida que con sus puertas abiertas y cultivando ese humus
que permite el crecimiento y la recuperación de referencias vitales y familiares
es verdadero hogar, donde además de compartir espacios físicos, todos los que
integran esta gran familia, responden unos de otros, desde unas relaciones
fraternas codo con codo; el acompañamiento mutuo y el dinamismo abierto que
convoca a todos los que lo deseen, a formar parte activa de esta comunidad,
hacen de Loiolaetxea un lugar significativo para esa invitación que hace unos
días la Confer en su XXI Asamblea nos lanzaba a los religiosos… “pasar de la
beneficencia a la justicia, del sujeto individual al “nosotros” de la misión,
del espacio privado al espacio colaborativo, de lo marginal a lo emergente”;
pequeños y grandes signos y gestos que van en dirección a un nuevo modo de
concebir y vivir la Vida Religiosa.
Desde aquí quiero expresar mi agradecimiento
a las hermanas que habéis hecho posible esta experiencia, a mi comunidad de
Huelva, a las que he sentido especialmente cerca estos días y a tantos nombres
que llevo ya en el corazón después de mi paso por esa comunidad y mis visitas a
la comunidad de Uretamendi y colegio San José de Durango en Bilbao, que nos
acogieron como verdadera familia y nos ofrecieron su testimonio sencillo y
transformador en lugares de marginación y centro educativo donde la solidaridad
comunitaria y la hospitalidad se han ido abriendo espacio de un modo muy
significativo.
Gracias desde el corazón en nombre
propio y en el de toda la comunidad, Martín, Txabu, Manolo, Tanito, Eduardo,
Arantxa, Marta, Itziar, Karmele, Ángel, Mª Carmen, Choni, Juan Mª, Celia, Ruja,
Juanra, Rubén, Hamid, Abdelkrim, Josebe, Victoria, Isabel, Chus, Victoria,
Isabel, comunidad de Hijas de la Caridad de Zarategi, Manu, Vicente, Juanjo,
Fernando, Mario, Migue, Guada…. Una lista imposible de cerrar, con nombres y
rostros que ayudan a seguir soñando el sueño de Dios “¡Que todos sean uno”!.
Gracias
por vuestra acogida, me habéis hecho sentir una más entre vosotros participando
de reuniones, tareas domésticas, comidas, ocio, trabajo, encuentros… sin duda,
sois signo elocuente de esperanza para el presente y el futuro de nuestras
comunidades y de la misión que empuja a nuevos retos.
Con entrañable afecto un abrazo y…
hasta pronto!
Beatriz de Diego
Comunidad de la Consolación- Huelva
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