martes, 18 de noviembre de 2014

Abriendo Puertas


  COMPARTIENDO VIDA EN LOIOLAETXEA


 En las semanas del 26 de octubre al 11 de noviembre, he tenido la suerte de formar parte de la comunidad de Loiolaetxea (San Sebastián), gracias al apoyo incondicional de Sole que como provincial nos ayudó y animó a que pudiera darse esta experiencia y como ella misma manifestó en su carta a esa comunidad, “es consolador encontrar a otros que abran sus puertas y ofrezcan su experiencia para poder ser estímulo en el camino… mi agradecimiento por vuestro compartir para que otros podamos aprender y hacer posible que se abran nuevos horizontes en nuestras comunidades y en nuestras Congregaciones…”.


Nos movió a ello la inquietud que se abre en nosotras para seguir avanzando en la configuración como comunidad de acogida y solidaridad. Nos preguntamos comunitariamente por nuestros roles, estilo de intervención que realizamos, proyección de futuro, nuestra mayor y mejor implicación.
La estructura actual nos está retando a ir poco a poco dando pasos para una forma de convivencia más integrada con las personas acogidas en que la comunidad en sí misma se convierte en lugar privilegiado de misión, de hospitalidad, de crecimiento personal, de solidaridad y acompañamiento.



Mi paso por Loiolaetxea, aunque breve, ha sido intenso, clarificador, capaz de confirmarnos en esta apuesta congregacional por abrirnos a “las nuevas necesidades que van surgiendo en el camino de la vida e implicarnos en favor de la vida, la justicia, la reconciliación… respondiendo a los desafíos de nuevos desconsuelos e inspiradas por la audacia transformadora y la apertura con que vivió Mª Rosa Molas” (Obj. 2 Marco Estratégico 2011-2017).

LOIOLAETXEA  nace como una experiencia de vida en común, en la que comparten su día a día jesuitas, laicos/as, religiosos/as y personas en exclusión social que buscan una oportunidad de reconstruir sus vidas.
Es una comunidad de acogida que con sus puertas abiertas y cultivando ese humus que permite el crecimiento y la recuperación de referencias vitales y familiares es verdadero hogar, donde además de compartir espacios físicos, todos los que integran esta gran familia, responden unos de otros, desde unas relaciones fraternas codo con codo; el acompañamiento mutuo y el dinamismo abierto que convoca a todos los que lo deseen, a formar parte activa de esta comunidad, hacen de Loiolaetxea un lugar significativo para esa invitación que hace unos días la Confer en su XXI Asamblea nos lanzaba a los religiosos… “pasar de la beneficencia a la justicia, del sujeto individual al “nosotros” de la misión, del espacio privado al espacio colaborativo, de lo marginal a lo emergente”; pequeños y grandes signos y gestos que van en dirección a un nuevo modo de concebir y vivir la Vida Religiosa.

Desde aquí quiero expresar mi agradecimiento a las hermanas que habéis hecho posible esta experiencia, a mi comunidad de Huelva, a las que he sentido especialmente cerca estos días y a tantos nombres que llevo ya en el corazón después de mi paso por esa comunidad y mis visitas a la comunidad de Uretamendi y colegio San José de Durango en Bilbao, que nos acogieron como verdadera familia y nos ofrecieron su testimonio sencillo y transformador en lugares de marginación y  centro educativo donde la solidaridad comunitaria y la hospitalidad se han ido abriendo espacio de un modo muy significativo.

Gracias desde el corazón en nombre propio y en el de toda la comunidad, Martín, Txabu, Manolo, Tanito, Eduardo, Arantxa, Marta, Itziar, Karmele, Ángel, Mª Carmen, Choni, Juan Mª, Celia, Ruja, Juanra, Rubén, Hamid, Abdelkrim, Josebe, Victoria, Isabel, Chus, Victoria, Isabel, comunidad de Hijas de la Caridad de Zarategi, Manu, Vicente, Juanjo, Fernando, Mario, Migue, Guada…. Una lista imposible de cerrar, con nombres y rostros que ayudan a seguir soñando el sueño de Dios “¡Que todos sean uno”!.
Gracias por vuestra acogida, me habéis hecho sentir una más entre vosotros participando de reuniones, tareas domésticas, comidas, ocio, trabajo, encuentros… sin duda, sois signo elocuente de esperanza para el presente y el futuro de nuestras comunidades y de la misión que empuja a nuevos retos.

Con entrañable afecto un abrazo y… hasta pronto!
Beatriz de Diego
Comunidad de la Consolación- Huelva



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